Día 1- hora 24
Desaparezco.
Tiemblo.
Lloro.
Rezo.
Bebo.
Ahí tirada. Como estropajos. Como la heroína mitológica envenenada por su amante. Caí rendida sobre alfombras de mármol. Con esos brazos indelebles, y los pies secos bañados en polvo. Mi cuerpo ahí tirado. Abandonado. Blanco. El filo del aire intenta vaciarme. Intenta levantarme para dejarme caer otra vez. Esbelta. Deforme. Cruda.
Día 2 – hora 24
Aislada.
Náufraga.
Nieve.
Otoño.
Virgen.
Porque los prismas dejaron de hacer rebotar los crisantemos. Manos torcidas. Desesperadas por oriente. Los polos me aprietan las sienes. Entre la aventura y el encierro, deje de oír galopar a los caballos y ocasioné una avalancha en el sexo del indio.
Día 3 – hora 24
Aún no sucede. Sigo esperando. Voy a seguir las huellas invisibles. Voy a subestimar a la perfección. Voy a obedecer consejos de los sabios. Mientras, acumulo serpientes dignas de mi jaula. Las adoro. Y distraigo a las guirnaldas asesinas que vencieron el control.
Súbito. El Rubí paralelo a mis dientes, y sus concordias delgadas me convencen. Apartada, adherida al enjambre. Acabo mosca. Igual o parecida a cualquier mosca. Arlequina descalza. En un pueblo de fantasmas.
6-8-06
23.4.07
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario